Ho
Chi Minh (Vietnam). Frita, a la parrilla o en salsa, la
carne de gato mantiene su popularidad en Vietnam pese a que su consumo es
ilegal desde hace casi dos décadas.   La prohibición, promulgada por el
Gobierno en 1998 para frenar las plagas de ratas en los arrozales, no pa
rece preocupar a
los cuatro amigos que comparten varios platos de gato en un restaurante
especializado a las afueras de Ho Chi Minh (antigua Saigón).
Cada pocos
minutos dan un respiro a sus mandíbulas y brindan con un licor fabricado con la
bilis del felino, a la que atribuyen grandes beneficios para la salud.
“Vengo aquí casi
todas las noches, creo que como unos 25 gatos al mes. Nunca me canso de venir a
este restaurante porque saben preparar el gato de muchas maneras distintas”,
dice Tien, un hombre de 30 años.
El cartel de la
entrada, con la imagen de un gato y a la inscripción “restaurante de bebé
tigre” -forma popular de referirse a estos felinos- deja poco espacio para la
ambigüedad.
En la trastienda
de esta nave industrial reconvertida en restaurante, media docena de gatos de
mirada perdida pasan sus últimas horas arrimados los unos a los otros, a la
espera de ser sacrificados y preparados para los clientes.
El dueño del
establecimiento, que lleva abierto una década, elude revelar el origen de los
animales, pero Tien no alberga dudas.
“Tienen una
carne muy tierna pero firme, no vienen de ninguna granja. Son gatos callejeros
o criados en hogares. Sé que hay gente que se dedica a capturarlos para
venderlos en los restaurantes”, afirma.
La teoría del
comensal es confirmada por la Asociación de Protección Canina de Asia (ACPA),
que ha realizado investigaciones sobre la carne de gato en Vietnam.
Le Quoc Chinh,
coordinador de la organización, asegura que en Vietnam no existen granjas de
gatos y la mayor parte de la carne proviene de animales callejeros o
pertenecientes a particulares, con los consiguientes riesgos sanitarios.
“Muchos son
secuestrados, pero en la mayoría de los casos es el dueño del animal quien lo
vende. No los tratan como mascotas sino que los tienen en casa para controlar a
los roedores, por eso no les importa deshacerse de ellos a un precio de entre 7
y 10 dólares por kilo, más cara que otras carnes”, explica a Efe.
No obstante, la
organización cree que numerosos restaurantes del norte de Vietnam se nutren de
gatos criados en explotaciones de otros países de la zona.   Esas
sospechas se reafirmaron el pasado enero, cuando la Policía interceptó en Hanoi
un cargamento de tres toneladas de gatos vivos provenientes de China.
“Las autoridades
creen que esos animales fueron criados en granjas. Estaban muy débiles, casi no
podían moverse, es posible que los criaran en jaulas muy pequeñas, como si
fueran pollos”, aventura Chinh.
En cuanto a la
prohibición gubernamental, el coordinador de ACPA explica que nunca llegó a
tener un efecto real y los restaurantes especializados funcionan sin ningún
impedimento por todo Vietnam, especialmente en el norte.
“Es incluso
habitual ver a agentes de Policía comiendo en esos sitios. Muchos creen que les
traerá buena suerte”, dice.
A Tien,
consumidor habitual, no le mueven ni esa superstición, ni la extendida creencia
de que su ingesta incrementa la potencia sexual masculina, sino sus supuestas
virtudes culinarias.
“Muchos
vietnamitas no comen el “bebé tigre” porque nunca lo han probado, pero es la
mejor carne. La de perro es mucho más grasienta”, argumenta entre bocado y
bocado.
El único anhelo
que le queda a este devorador de felinos es probar un gato negro.   “Son
los mejores, pero su precio es demasiado alto y son difíciles de encontrar.
El licor de
bilis de gato negro es el más beneficioso para la salud”, comenta.   Pese
a que mentalidades como la de Tien y sus amigos siguen siendo frecuentes en
todo el país, Le Quoc Chinh asegura que la percepción está cambiando poco a poco.
“Muchos
vietnamitas -dice- siempre lo han considerado normal y no ven nada malo en
ello, pero cada vez más gente rechaza comer perros y gatos, sobre todo los
jóvenes”.